Habitar

A las casas, las calles, los pueblos y las ciudades no las hacen las piedras, ni el concreto, ni ningún otro material de construcción. Las hace la gente que vierte ahí su cotidianidad. Esto implica necesariamente una escala humana, en la que el espacio se convierte no sólo en un telón de fondo, sino en una extensión de la vida de las personas y sus comunidades.

Se trata de una condición que conviene recordar en tiempos en los que los territorios naturales son explotados con violencia por corporaciones extractitvistas, en que las casas se convierten en bienes especulativos por parte de los capitales rapaces y en que los pueblos se expropian como propiedad del estado a expensas de la gente que vive ahí.

El arte de habitar pasa por entender que somos uno con nuestro ecosistema, que nuestro espacio no es mercancía y que es necesario defender nuestro territorio.

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